Por Luis Ugalde
“Hay que decirle al país cómo estos bandidos de las ONG ganan miles de
dólares por despotricar de nuestra amada Venezuela”, sentenció Maduro. Excelentes
equipos que llevan tiempo trabajando en derechos humanos, se presentaron
recientemente en instancias internacionales especializadas para demostrar con
cifras contundentes la falsedad de la Venezuela propagandística que pinta el
gobierno. El de PROVEA es un extraordinario e internacionalmente reconocido equipo
de trabajo en derechos humanos; era
bueno para los del gobierno actual cuando defendía los derechos de Chávez encarcelado
y luego reconocía algunos logros de su gobierno. Pero basta que pongan en
evidencia la creciente pobreza actual y los atropellos a los derechos humanos
en diversas áreas para que Maduro los condecore como “bandidos”. En estos días han
abundado los repartos de esa condecoración. Bandidos son quienes ante la
bufonada de la FAO que premia por sus tremendos éxitos en materia de alimentación
al gobierno de un país paralizado por las colas, la improductividad y la
inflación, que vuelven inasequibles los alimentos; y bandidos los expertos que presentan las interminables y desesperantes
colas en busca de leche, carne, pollo, harina… medicinas básicas… que escasean,
o informan que de 2009 a 2014 ha
disminuido entre 81 % y 5% la producción
en una docena de rubros importantes, y de 2011 al 2014 la agricultura decrece
20%, mientras las importaciones de alimentos suben 79%.
Bandidos son Leopoldo López, Diego Ceballos y los estudiantes por poner
en juego su vida en huelga de hambre por la libertad de todos los presos
políticos, exigir fecha de elecciones parlamentarias y condiciones humanitarias
en las cárceles. En consecuencia, bandidos serán los de la Comisión de Justicia
y Paz de la Conferencia Episcopal y su Presidente Mons. Roberto Lückert por
afirmar en su comunicado que “el derecho humano a la vida y la salud prela ante
cualquier posición ideológica y el Estado está obligado a respetarlo y
garantizarlo”; o por urgir al gobierno que
todos los detenidos por razones políticas tengan acceso a atención médica adecuada y puedan reunirse con sus abogados y
familiares. Y bandidos serán el Cardenal Urosa por visitar a los estudiantes en
huelga de hambre y el Presidente de la Conferencia Episcopal, Diego Padrón, por visitar a Ceballos y exigir fecha para las
elecciones parlamentarias y amnistía para los presos políticos y exiliados. Bandidos
y canallas son los ex presidentes latinoamericanos que piden diálogo y
libertades en Venezuela. El ex presidente español Felipe González merece
distinción especial con otra sarta de insultos por recordarles la solidaridad
internacional socialista y venir a visitar y defender a Ledezma, Leopoldo López
y Ceballos. Más bandido será el arzobispo sudafricano y Premio Nobel de la Paz,
Desmond Tutu, por entrometerse en
nuestro país exigiendo libertades.
Para la mentalidad totalitaria que defiende su apropiación partidista del
Estado venezolano, bandidos y vendidos son todos lo que no están de acuerdo con
el gobierno. No puede haber opositor de buena fe, ni merecen respeto sus
derechos humanos consagrados en la Constitución.
Mientras el Presidente insulta, el barco se hunde. Aumentan los amigos
nacionales e internacionales que quisieran que el Presidente dejara de insultar
y se sentara a resolver los gravísimos problemas. Sentarse con aquellos (del
gobierno y de la oposición) que son necesarios para producir juntos soluciones
efectivas. ¿No habrá amigos, familiares y copartidarios que le ayuden a Maduro
a ver que con los insultos, él, su gobierno y Venezuela, se convierten en el
hazmerreír del mundo y que los gravísimos problemas económicos y sociales requieren
decisiones urgentes, inteligentes y bien orientadas, bajándose de la nube
ideológica y del dogmatismo “revolucionario”?
No hay salida sin fuertes consensos nacionales con medidas muy dolorosas de
cambio económico, político y espiritual. Que nadie (en el gobierno o en la
oposición) caiga en la insensatez de pensar que él y los suyos solos van a reconstruir
el país, sin la otra mitad.
Las importantes próximas elecciones parlamentarias harán sentir al
empecinado gobierno que la mayoría del país se opone al actual desastre y al
proyecto totalitario que lo promueve, pero además, sin esperar a diciembre, en
estos mismos meses son imprescindibles profundos cambios en el Ejecutivo, y
Maduro y similares no pueden ser el muro que bloquea el horizonte de futuro,
esperanza y vida de todos los
venezolanos.
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