La fracción de periodistas socialcristianos e
independientes, Fracsi, y el movimiento Unidad Gremial, que hacen vida dentro
del Colegio Nacional de Periodistas, rechazamos categóricamente el proyecto de
Ley presentado por el ex
precandidato a la alcaldía de Maracaibo por el PSUV, dueño del diario Qué Pasa,
y asesor de la Cámara de Periódicos de Venezuela, que controla el papel que
recibe la prensa, mediante el cual se pretende eliminar la formación
universitaria del profesional de la Comunicación Social.
La
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, al igual que la de 1961,
establece que la ley determinará las profesiones que deben ser colegiadas y, en
tal sentido, las mismas han sido siempre aquellas que requieren formación
superior, entre las que se encuentra la Comunicación Social, la cual es
impartida en varias universidades del país y cuya Ley de Colegiación está
fortalecida por la sentencian 1411 del TSJ.
Pretender
que cualquier persona que escriba en una red social, que hable por micrófono o
transcriba datos, sea miembro de un Colegio de Comunicadores Sociales, como
prevé el referido proyecto empírico, es
igual a proponer que cualquier trabajador de la industria de la
construcción pueda ser miembros del Colegio de Ingenieros. No dudamos de la
importancia de diferentes oficios dentro de la sociedad, pero como se dice en
Venezuela “cada cosa en su lugar”.
Aclaramos
al proponente del referido proyecto, a quienes lo respaldan y a la sociedad en
general, que el profesional del periodismo no se limita a hacer preguntas y
transcribir o presentar declaraciones, sino que tiene conciencia de lo que debe
decir y sus efectos en la sociedad, es decir, tiene formación y compromiso
ético. Se trata de un profesional que tiene vocación para servir, pero ésta se
logra con la debida formación para ello.
En
el actual contexto histórico, la
importancia de la información no la determina simplemente la prominencia de un
declarante, es necesario conocer sus antecedentes y sus fact-semas como hechos
significantes; investigar y precisar datos cuánticos para determinar realidades
subyacentes de los hechos noticiosos. Esto hace posible determinar su valor cultural, político, económico
educativo o de cualquier otra índole, que pueda beneficiar o afectar a la
sociedad. En consecuencia constituye un imperativo la formación superior del
comunicador social.
De
lo contrario iríamos a contramano de la tendencia mundial y llegaríamos a un
océano de noticias con un centímetro de profundidad, en momentos en que los
beneficiarios de la información no se satisfacen con saber el qué, quién, dónde
y cuándo de los hechos, sino el por qué. Lo que hay debajo de los mismos. Tal
vez por ello se pretenda ir a la simplicidad de la comunicación social. Quizás
el trasfondo de ese proyecto sea evitar que el pueblo tenga acceso a toda la
información, incluyendo lo que se esconde detrás de ella. Por ello los
periodistas que estamos conscientes de ser la voz de quienes no tienen voz y
que nuestra profesión está al servicio de la verdad y no de parcialidades,
rechazamos ese tipo de propuestas que pretende devolvernos al oscurantismo.
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