Por Luis Ugalde
No hay futuro de paz
y convivencia para Venezuela si no hay futuro con dignidad para los hoy pobres.
La inflación desbocada de los últimos dos años y el brutal descenso del PIB
hacen que tres de cada cuatro familias tengan ingresos por debajo de sus
necesidades básicas. La realidad sigue empeorando, los pobres caen en la
miseria y la pobreza avanza haciendo estragos en la clase media. Esta falta de
futuro para 75% de los venezolanos tiene también en agonía al gobierno y al
régimen: fracasaron y no hay futuro para ninguno de los dos; tampoco lo habrá
para el próximo gobierno si viene sin tomar en serio y sin respuesta para los
pobres de Venezuela y sin decisión para conectar con su esperanza y crear
oportunidades de vida humana.
Estamos hablando de
14 millones de trabajadores (la mal llamada “fuerza de trabajo”) que necesitan
ser productores no pobres y que la sociedad los reconozca y retribuya como
tales, para así salir de la pobreza. Pero entre nosotros la “empresa privada”
ha sido demonizada y hay líderes que ni se atreven a mencionarla; incluso
muchos de los mismos empresarios se vuelven vergonzantes y no hacen ver que
ellos son el futuro para los trabajadores. Ambos se necesitan: pues unos no
pueden ser productores si no hay empresarios y empresas, y el éxito de estas es
imposible sin el “talento de trabajo”; para 10 millones de trabajadores hacen
falta 200.000 empresas con un promedio de 50 trabajadores (200.000 x
50=10.000.000 de trabajadores). No hay empresa productiva sin empresarios
exitosos y los empresarios son
de primera necesidad para el conjunto del país y especialmente para los pobres. Insensata y
machaconamente desde el poder se ha indoctrinado para acabar con la empresa
privada, con lo cual se atornilla a los pobres en la pobreza. Salir de la
pobreza es una gran prioridad pública, lo que significa
que el próximo gobierno y la nación deben estar convencidos de que no hay
futuro para el pobre sin futuro para los empresarios, y no habrá futuro para
los gobiernos ni para las empresas si no hay futuro para los trabajadores y los
pobres de hoy.
Este no es un
problema ideológico, sino de sentido realista de las cosas que en el siglo XXI
no se resuelve con “derechas e izquierdas”. La política y el cambio actual en
Venezuela se definen en torno a este eje central, pero tenemos una herencia que
bloquea y hace creer que los enemigos de los pobres son los empresarios y los
enemigos de estos los pobres. Necesitamos con urgencia un tratamiento de desintoxicación
para que los diversos sectores experimenten y entiendan que no son enemigos que
deben destruirse, sino complementarios que se necesitan. Aprender a mirar la
realidad y el futuro para construir juntos. Matrimonio de amor o de
conveniencia, pero matrimonio. Para lo cual se necesita no solo un desmontaje
de la ideología de enfrentamiento excluyente, cargada de agravios y de
resentimientos históricos, sino que los sectores empresariales y profesionales
tienen que proponerse y experimentar lo bueno que es para ellos que los pobres
salgan de su pobreza de consumo y sobre todo de su pobreza productiva, y que
estos a su vez vean que no les puede ir bien si en Venezuela no florecen
cientos de miles de empresas y empresarios exitosos con inversión e innovación,
que son competitivos porque forman equipo con sus trabajadores.
Rescatar y transformar la empresa privada es prioridad para los pobres
de Venezuela. Los dirigentes políticos serios necesitan superar los bloqueos y
estereotipos que los hace incapaces de enseñar a sumar y multiplicar el
conjunto de las fuerzas del país.Es una prioridad
pública y producto de primera necesidad. Para los empresarios
venezolanos superar la pobreza y fortalecer la condición productora y ciudadana
de los pobres es de prioridad irremplazable. La revolución educativa, que el
país pide a gritos, es inseparable de la revolución económica: el sistema
educativo y el productivo apoyándose mutuamente y transformando la “fuerza de
trabajo” en “talento de trabajo”. No es posible la república con mayoría de
pobres productores que viven del reparto de la renta petrolera y manipulación
clientelar.
Tenemos que nacer de nuevo
(primeramente los líderes) con nueva cabeza, nuevas manos productoras y nuevo
corazón solidario que incluye a la otra parte de la sociedad que tiene lo que
falta y que hasta ahora nos enseñaron a excluir. Este es el cambio democrático
que necesitamos, con menos no tendremos futuro.
Comentarios