El grave problema
de la escasez de alimentos, medicinas, insumos, materias primas, repuestos y
servicios públicos de calidad, incluyendo la educación y la seguridad,
parecieran preocuparle solamente a la ciudadanía, que la vive a diario, a los
trabajadores, que no saben cómo participar en la solución, y los empresarios, que
desconocen si su voluntad de servirle a la sociedad tiene o no sentido en un
ambiente para la participación en el que se le excluye o ignora.
A juicio del
Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio), como se lo han
referido sus cámaras sectoriales y asociaciones de producción y servicio en
todo el país, este es el balance del primer trimestre del 2016 que hoy le puede
presentar la actividad terciaria de la economía a los venezolanos. Desde luego,
mientras espera poder ofrecer resultados
más positivos a mediados del año, si es que, por supuesto, se produce lo que debería suceder: que el
Gobierno Nacional actúe.
Porque para el
máximo organismo gremial de los comerciantes y los
expendedores de servicios,
definitivamente, lo que más le inquieta es la indiferencia con la que el
Gobierno asume su responsabilidad de crear condiciones para que se recupere la
producción nacional y se importen insumos, materias primas y maquinarias.
Sencillamente,
todo lo supedita a reuniones, amenazas y apatía. Y ese trío de condiciones, sin
duda alguna, no soluciona el grave
problema de la escasez en sí misma, sino que, además, tampoco son útiles ni
funcionales para lo que necesita el país: producir más; abastecer las redes
comerciales formales y satisfacer las
necesidades de 30 millones de ciudadanos.
Para Consecomercio,
el tiempo apremia; se necesitan respuestas efectivas y eficientes. No
efectistas. Y esa no es una ocurrencia institucional del empresariado
organizado: es el resumen sectorial del sentimiento general que le transmiten
los consumidores de todo el país a los comerciantes ante los mostradores de sus negocios, indistintamente de los
productos que ellos vendan o los servicios que presten.
La respuesta
que requiere la economía y quienes la hacen posible en su mayor proporción, es
decir, los trabajadores y los empresarios, es
que el Gobierno se sume a la decisión de producir; no que la impida o la
niegue. Y eso pasa, desde luego, por la imperiosa necesidad de concluir la
implementación del proceso de ajustes que ha venido aplicando de manera
desarticulada e improvisada, y el cual incluye la progresiva erradicación de
los controles de cambio y de precios.
Adicionalmente,
no es posible cambiar el estado de cosas en materia productiva e inflacionaria,
si el Gobierno insiste en mantener su ya desenfrenado ritmo de gastos, y de
financiarlo con devaluaciones, impuestos, endeudamientos, es decir, con una
destrucción incontenible de la capacidad de compra de los venezolanos.
Históricamente, Consecomercio lo ha dicho y
reafirma hoy: Venezuela no siempre ha tenido problemas de ingresos para garantizarle
condiciones de bienestar social y de prosperidad a su población. Los
impedimentos para que eso haya sucedido, han sido la indisciplina
administrativa gubernamental, la corrupción y la subestimación de la necesaria participación de la empresa
privada, en condición de aliada productiva y no de una intencional expresión dependiente
del estatismo, del centralismo y del populismo.
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